domingo, 20 de noviembre de 2011

Principios de la acción válida - 3º El Principio de la acción oportuna

3º El Principio de la acción oportuna.


     "No  te  opongas  a una gran  fuerza.  Retrocede  hasta  que aquella se debilite, entonces, avanza con resolución".


   Este  Principio,  no recomienda retroceder ante  los  pequeños inconvenientes,  o los problemas con que tropezamos  diariamente.
   Unicamente  se retrocede,  según explica  el  Principio,  ante fuerzas irresistibles, tales que indudablemente nos sobrepasan al enfrentarlas.      Retroceder  ante  las  pequeñas   dificultades debilita a la gente, la hace pusilánime y temerosa. No retroceder ante  grandes fuerzas,  hace a la gente proclive a todo  tipo  de fracasos y accidentes.
   El  problema aparece cuando no se sabe  anticipadamente  quien tiene  mas  fuerza,   si  uno  o  la  dificultad.  Eso  habrá  de comprobarse  tomando  pequeñas  "muestras",   haciendo   pequeñas confrontaciones  que no comprometan totalmente la situación y  que dejen  espacio  libre  para  cambiar de  postura  si  esta  fuera insostenible. Antiguamente, se hablaba de "prudencia", esa era una idea muy próxima a la que estamos explicando.

   Pero  hay  otro  punto:  cuando avanzar?  En  que  momento  el inconveniente se ha reducido en fuerza,  o bien,  en que  momento hemos  ganado  nosotros en fuerza?  Vale la misma idea  de  tomar "muestras" cada tanto haciendo pequeños intentos, no definitivos.

   Cuando la fuerza esta a nuestro favor y el inconveniente se ha debilitado,  el  avance debe ser total.  Guardar reservas en  tal situación,  es comprometer el triunfo,  porque no se va  adelante con toda la energía disponible.

   He aquí la correspondiente leyenda:

   Había en cierto lugar un pescador viejo, padre de tres niños y extremadamente pobre.
   Tenía la costumbre de echar su redes al agua solamente  cuatro veces cada jornada. Un día entre los días,  después de rastrear el río dos veces en vano, sintió una gran alegría al advertir que, a la  tercera,  la  red  pesaba mucho,  de modo  que  apenas  podía recogerla.
   Pero  su  desencanto no tuvo límites cuando vio  que  toda  su pesca  consistía  en un asno muerto que algún  mal  vecino  había tirado  al  agua. Se  lamentó  en  voz  alta  de  su  desgracia  y disponiéndose a lanzar la red por la cuarta vez,  dijo:     -  La bondad  de  Ala  es infinita.  Quien sabe  si  ahora  tendré  mas suerte?.
   Cuando arrastró la red notó, por segunda vez que pesaba mucho, y  al  abrirla,  encontró una gran copa tapada con una  chapa  de metal. Separó esta,  vació la copa que estaba llena de  cieno,  la miró  por todos lados y ya pensaba en llevársela a su  casa  para venderla  a  algún fundidor,  cuando de ella empezó a  salir  una columna de humo que fue creciendo y espesándose hasta alcanzar la forma de un genio de proporciones gigantescas: Su frente era  alta como una cúpula;  sus manos grandes como gradas de  labranza;  su boca, negra como una caverna, sus ojos brillantes como antorchas, y sus piernas altas como arboles.
   A la vista de aquel monstruo,  el pescador temblando de miedo, intentó huir,  pero la voz de aquel, imponente como un trueno, lo dejó inmóvil.
- No  hay mas dios que Ala,  y Salomón es el profeta  de  Ala!- exclamó  el genio y enseguida añadió:  - Y tú,  oh  gran  Salomón! profeta   de  Ala.   mándame,   dispón  de  mí  y  te   obedeceré puntualmente.
- Oh,   genio  poderoso-  reexplicó  el  pescador-  que   estas diciendo?  Acaso  ignoras que Salomón ha muerto hace mas  de  mil ochocientos años?  Acaso ignoras que llegó Mahoma  el profeta  de Ala? Pretendes burlarte de mí o estas loco?.
- Que estoy loco?  Por Ala te juro,  que si vuelves a ofenderme abre de darte muerte!.
- Serías  capaz  de hacerlo?  oh  genio!,  después  de  haberte librado de la prisión en que estabas?
- Escucha mi historia,  pescador - dijo el genio- y comprenderás que mi amenaza no es en vano.
"Has  de saber que soy un genio rebelde. Mi nombre es  Shar  el Genio;  todos  los de mi especie prestaron obediencia a  Salomón, menos yo,  que huí para no someterme a el. Pero un visir que mandó en  mi  persecución,  me aprisionó y me condujo encadenado  a  su presencia. Cuando  estuve  ante  el  me  pidió  que  aceptara   su religión;  como me negué mandó meterme en esa copa en que me  has encontrado,  la selló con su sello y dispuso que la arrojasen  al mar. Dentro  de  mi estrecha prisión,  prometí durante  el  primer siglo,  hacer  inmortal al hombre que me liberase. Pero  nadie  me liberó. Durante  el segundo siglo pense en hacer dueño de los  mas ricos  tesoros a quien llegase en mi auxilio. Y nadie llegó. En  el tercer siglo prometí que el que me libertase tendría mi poder, mi fuerza y mi sabiduría,  pero también fue en vano. Entonces,  dando libre  salida  a mi cólera,  jure que mataría al  hombre  que  me devolviese la libertad. Ese hombre eres tú,  y nadie te librara de mi venganza".
- Pero si me matas oh genio!- repuso el pescador- cometerás una injusticia  que Ala no te perdonara nunca,  ya que pagas  con  un crimen el bien que te hice poniéndote en libertad. Piensa, además, que  soy casado y tengo tres hijos que aún no pueden valerse  por sí mismos...
   Nada parecía ablandar al gigante, cuyo rostro inmenso iba cada vez  tornándose  mas feroz. Comprendió el pescador que  su  suerte dependía  de  su  ingenio,   y,  como  no  era  torpe,  ideó  una estratagema a la que se agarró como a un naufrago a la tabla  que ve pasar a su lado sobre el lomo de una ola.
- Estas  realmente  decidido  a  darme  muerte?-  preguntó   el pescador.
- Claro que sí- respondió el monstruo.
- Pues bien,  antes de que cometas esa injusticia, desearía que me sacases de una duda que tengo.
- Habla pronto, que estamos perdiendo mucho tiempo.
- Tú  dices  que estabas dentro de esa copa,  pero  eso  no  es cierto. Cómo  podrías caber en ella,  si apenas entra una  de  mis mano? Sólo viéndolo podría creerlo.
- Ah!  Eso quiere decir que desconfías de mí,  eh?  Pues  bien, luego  de  esto  habré de matarte con  mas  gusto  aún,  pescador incrédulo y desconfiado.
   El genio empezó entonces a disolverse en humo,  hasta que solo quedó  una especie de espiral que entró en la copa y  desapareció totalmente. Dentro se sintió una voz que decía:
- Te convences ahora? Oh, pescador desconfiado! La contestación del pescador fue poner rápidamente en la  copa la  tapa  que  le había  quitado. El  genio,  al  verse  encerrado nuevamente,  gritó  y amenazó primero,  suplicó después;  pero  el pescador  no  hizo caso de súplicas ni de amenazas y  tomando  la copa  fingió que iba a arrojarla al agua. De este modo arrancó  al genio  un renovado juramento que aquel hubo de cumplir  luego  de recobrar su libertad.

1 comentario:

  1. Me agrada este principio. Una espiritualidad con estrategia es necesaria en nuestro tiempo. Retroceder, planear la estrategia de enfrentar la adversidad y hacerla en el momento justo...es lo que ilumina este cuento con su sabiduría, saludos, JL LARA

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